Fuente Diario:La Nación
La exlegisladora reflexiona sobre los derechos humanos, los tiempos oscuros y la libertad
Diego Sehinkman
Periodista y escritora, fue diputada (2005-2009) y senadora (2009-2015). Esta semana dejará su cargo de directora del Observatorio de Derechos Humanos del Senado
¿Cómo creés que sos vista por los referentes más conocidos de los derechos humanos?
Uno de los días más dolorosos fue cuando me gritaron
fascista porque me opuse al ADN compulsivo cuando estaba en
juego la identidad de los hijos de Ernestina Herrera de Noble. Además,
me opuse a que el Banco Nacional de Datos Genéticos fuera restringido
para los casos de lesa humanidad. Yo trabajé mucho en el derecho a la
identidad biológica fuera del período de la dictadura. No existe solo el
apropiado en los campos de detención. ¿Cuántas chicas por pobreza
entregan a su hijo o chicas ricas que quedan embarazadas hacen lo mismo
por
bochorno social? En el Observatorio dejamos una propuesta legislativa para una ley del derecho a la identidad biológica universal.
¿Existe algún canal de diálogo hoy con Estela de Carlotto?No, sobre todo cuando Estela dijo que yo propiciaba el fin de los juicios. Yo nunca salí a responder eso porque significaría otorgarles el carácter de tribunal, como si fueran jueces que juzgan lo que uno piensa. Y eso sería grave. Estela había dicho en una comisión que presidía su hijo que había una senadora que promovía el fin de los juicios. ¿Cómo voy a propiciar el fin de los juicios? No se puede salir a responder absurdos.
¿Y para qué diría eso Estela de Carlotto?
Bueno, yo no apoyé el ADN compulsivo y tampoco la política oficial de los organismos de derechos humanos. Yo he sido muy honesta en mis críticas. Me dolió en el alma que se hagan asados y murgas en la ESMA. En la ESMA no está mi hermano, pero está el dolor de los que estuvieron ahí. A mi hermano lo arrojaron al agua. ¿Resignificar la vida es hacer asados? Creo que fue una profanación. Me parece injusto que después de tanto dolor un grupo de personas se hayan apropiado de una parte de la historia y uno no pueda ni siquiera ponerla en duda. ¿Qué me enseñaron tantos años de sufrimiento? Que hay que trabajar para que no haya más jóvenes sacrificados. Por eso no me gusta lo de los pibes para la liberación. ¿Liberación de qué? A los pibes hay que educarlos para que sean responsables en la libertad democrática. Las investigaciones demuestran que hay prosperidad donde hay democracia y libertad.
Hablemos de Cristina y Néstor -recordemos la coincidencia en los nombres-, tus hermanos desaparecidos. ¿Ellos militaban en Montoneros?
Sí, mi hermano estaba en Montoneros. Mi hermana no, pero creo que su pareja sí. Y de alguna manera, quizá se la llevaron por haber acompañado a mi hermano. Lo conmovedor en mi historia es que yo me encontré de casualidad a mis hermanos acá, en Buenos Aires. Un día que yo tenía una tristeza... Año 76 o 77. Uno de esos días grises pasé por un bar en el centro y tuve el impulso de entrar. Voy a la barra y miro a un costado, y estaban como pollos mojados mis hermanos, que estaban en Buenos Aires, clandestinos, abandonados por su organización. Entonces, esas cosas son muy dolorosas. Hay responsabilidades.
¿Llegaste a conversar con tu hermano sobre su pertenencia a Montoneros?
No, pero recuerdo especialmente una discusión que tuvimos en una casa que ellos habían alquilado en Mar del Plata, donde estaban clandestinos. Allí podíamos ir a visitarlos, con mis padres. Año 76 o 77. Ese día había en la casa un compañero de ellos de militancia, el Gringo. Se armó una discusión y yo le dije que ellos querían imponer sus ideas a la sociedad. Y este compañero de mi hermano levantó el puño para pegarme. Imaginate, delante de mis padres, pobrecitos.
Esa escena donde vos le decís que quieren imponer sus ideas y él reacciona con violencia sintetiza buena parte de la conversación aún no resuelta sobre los 70.
Sí, pero eso yo lo pensé después. Desde ese episodio, nosotros, que éramos los hermanos que se amaban, nunca más volvimos a hablar de política. Al tiempo -pudo ser un mes, dos, o quince días- vinieron a mi casa y se llevaron a mi hermano.
¿Cuál fue la frase que tanto irritó al "Gringo"?
"Ustedes imponen". Porque habían impuesto en la casa como un orden. Entonces yo discutí, les decía "ustedes quieren hacer en la vida doméstica lo que quieren hacer con la sociedad: imponer". Eso desencadenó la discusión. No me gusta que nos digan cómo tenemos que vivir y pensar. Esa idea de tutelar a la gente y arrogarse la representación de todos.
Hay una frase tuya: "Hay que tener paciencia democrática". ¿Qué significa?
Cuando en el 83 volvió la democracia la gente apenas se sacaba las medias para poner los pies al sol. Hoy las plazas están convertidas en solariums. Eso significa que la democracia se construye, es un lento proceso, no un decreto. Las leyes se tramitan lentamente, no al calor del griterío, porque las leyes que salen al calor del griterío público después son las leyes que no son constitucionales o hay que revisarlas. Yo no creo en las revoluciones, creo en las evoluciones, porque las revoluciones te interrumpen los procesos. Si uno evoluciona, puede ir cambiando junto con el otro.
¿Cómo imaginás este ciclo político que se inicia con Alberto Fernández?
Yo fui legisladora en los años del kirchnerismo, entonces he visto ese comportamiento de no debate, de imposición. Ahora, por suerte, no tienen mayoría, lo que va a significar un equilibrio en la negociación. Creo que vamos a tener que advertir todo el tiempo al nuevo gobierno que las elecciones legitiman a un gobernante para gobernar, pero la Constitución protege a las minorías.
Finalmente, ¿qué recordás de tu madre, Rosa, que fue fundadora de Familiares de Desaparecidos en Córdoba?
Una mujer de una vitalidad... No la dejaron estudiar porque nació en un hogar árabe de aquella época. Ella me decía Elena, porque soy Norma Elena. ¿Sabés por qué me puso Elena? Puso en un plato papeles con un montón de nombres que habían elegido junto con mi padre. Entonces, dijo: "Que se lo elija ella". Imaginate, un bebé. Saqué un papelito y era Elena.
Y así, quizá sin proponérselo, tu madre te mostraba un camino: el de la libertad. El valor de poder elegir.
Es maravilloso lo humano, ¿no? Uno recorre la vida y cuando se tiene mi edad, vuelve a Elena, la Elenita de mi madre.
Por:
Diego Sehinkman
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